Para conocer un poco mejor el origen Torpedo 1936, nada mejor que una entrevista que apareció en la revista U nº 23, febrero 2002, sólo se publica la parte que hace referencia al personaje, el resto se puede leer el el gran especial que hicieron los editores; reproducida con el permiso de los autores de la misma, Yexus y su editor Oscar Palmer, a ellos les doy las gracias públicamente por cederme amablemente parte de su trabajo.
-Finalmente te haces cargo de Torpedo, que acumulaba polvo en un cajón...
Toutain decía que él ya me había ofrecido la serie en su momento y que a mí no me había interesado, pero no era cierto, creo que no sabía vuelto a acordar del asunto. Porque él ya conocía a Abulí, que malvivía de hacer traducciones de cómics, y el tema estaba completamente abandonado en aquel momento. Me comento que a Alex Toth le resultaban repelentes los guiones, y parece ser que vino a Barcelona, al Salón del Cómic de aquellos años y que cuando conoció a Abulí le gustaron menos todavía y al final terminó por abandonar la serie. Me consta que Toth, que entonces estaba en DC Comics, tenía intención de trabajar para Europa, le hacía mucha ilusión, y sabía que aquí los derechos de autor son nuestros. Imagino que esto fue lo que le indujo a hacer una serie con Toutain. Hay que tener en cuenta que Richard Corben ya trabajaba con él en aquella época. Pero al final decidió hacer su Jesse Bravo que luego se ha vendido tan bien en todas partes y lo ha podido controlar él solo.
-Tu estilo no se parecía precisamente al de Alex Toth...
No. Mi estilo era el mío, que naturalmente es diferente. Ocurre que si dibujas Torpedo en un estilo realista y dramático queda bastante desagradable. Toth utiliza también la síntesis pero tiene un fondo muy realista. Yo con lo que más disfruto es con los personajes secundarios, porque entras en ese juego en el que a lo mejor hay un tío tacaño y traidor y lo dibujas con cara de rata, que es lo que hacia Chester Gould con Dick Tracy, aunque sin exagerar tanto. Porque esto entra dentro del género negro, también lo hemos visto en el cine con, por ejemplo, Peter Lorre. De hecho, a menudo los he dibujado teniendo a algún actor de cine o a alguna persona en la cabeza. Hay una creación gráfica, hay que crear unos personajes, un mundo, una iluminación, una dirección de actores, en definitiva. Hay una foto de Abe Reles, el ayudante de aquel gangster llamado Anastasia, que si lo vieras es igual que Rascal; me dio la idea, y su cara es una mezcla de éste y del presidente Nixon, que entonces era muy fácil de dibujar. Y a Torpedo lo fui construyendo un poco como Boris Karloff... Hubo alguien que dijo que se parecía a Toutain {risas} porque era un hombre muy alto, con perfil de águila y que fumaba mucho. Le di la imagen de una cierta elegancia estrafalaria, en el fondo un tanto ridícula... Pero hay cosas curiosas porque, por ejemplo, yo tenía un periquito en una jaula con una mala leche tremenda, le ponías el dedo y te lo picaba. Y era muy divertido porque cuando se cabreaba las plumas de la cabeza se le quedaban tiesas. Entonces fue cuando pensé en esto del pelo, como yo cuando era pequeño, que me ponían fijapelo y me quedaba así, tieso: eso, a la cara de Torpedo le da una sensación de agresividad. También incorporé un culto a las armas, que era necesario. Son pequeñas ideas que se te van ocurriendo, que hacen que el personaje tenga su consistencia, y que en este caso no estaban en el guión.
-Hora es ya de referirnos a la influencia del género negro en esta obra: cine y literatura. También eres un gran aficionado al jazz ¿no?
Sí. En cuanto a la novela, me gustaban los clásicos: James Cain, Ross MacDonald, Burnett, Chandler, Hammet, Mike Spillane, Ballinger...todos estos autores que han vertebrado el género. Aunque mi interés es mucho mayor por el cine, y aquí puedo hablar de directores como Robert Siomak, Fritz Lang, John Huston, Jacques Tourneur, Orson Welles, Howard Hawks, Scorsese, Tarantino, los Coen, etcétera. De títulos como La jungla de asfalto, Sed de mal, El sueño eterno... Aunque mi película preferida es una de Paul Muni titulada Soy un fugitivo, dirigida por Marvin LeRoy. La parábola de la historia siempre me ha interesado mucho: a un hombre que era legal y completamente inocente, a base de destrozarle la vida le obligan a convertirse en un hijo de puta. Y dentro del cine también me gusta mucho el western, que ya está medio demolido, aparte de lo que hace Clint Eastwood. Sin perdón es magnífica. Yo admiro a Clint Eastwood porque tenía todos los números para ser un plasta cuando fue a trabajar con Sergio Leone, pero con Don Siegel se recuperó y hoy por hoy es un buen director. El Oeste es un tema que siempre me ha interesado, he visto los clásicos trescientas veces por televisión: Raíces profundas, Río Rojo, Solo ante el peligro... y muy por encima de todos, John Ford. Desde Centauros del desierto a Tres padrinos, La diligencia, Misión de audaces, Pasión de los fuertes, las tres que hizo sobre la Caballería, todas son obras maestras. Respecto al Jazz me gustan Gerry Mulligan, Duke Ellington, Ahmad Jamal, que es un pianista muy bueno, Stan Kenton, Dave Brubeck, Tommy Dorsey, Harry James... También me gustan Nat King Cole y Frank Sinatra. Y los crooners americanos como Johnny Hartman, Dean Martin, Tonny Bennet, Lee Wiley, Peggy Lee o Sarah Vaughan, Anita O’Day, etcétera... No sé por qué, para mucha gente está unido el gusto por el jazz, el cine negro y el western.
-Incluso, además de la iluminación y el contenido, el género negro también parece determinante en otros niveles estéticos y en la propia narrativa de Torpedo.
La serie llegó en el momento oportuno, me pilló en una época muy propicia porque ya digo estaba muy metido con el género negro y tenía la cabeza llena de imágenes y referencias. Incorporé una serie de ideas que para la mayor parte del público son desconocidas pero que a mí me parecen interesantes. Una de ellas tenía que ver con las novelas baratas de ficción de los años 30 norteamericanos, pulp, con personajes como La Sombra, que tenían unas ilustraciones de Tom Lowell hechas con lápiz litográfico y con pincel seco, porque los medios de reproducción eran pobres y el papel era de pulpa, barato, y recurrían a una serie de técnicas para sacarle el máximo partido al efecto que pretendían tener las ilustraciones. Y entonces, prácticamente al principio, fue cuando incorpore el pincel seco, que quedaba como medio gris, para que recordara ese grafismo de los años treinta. Aunque ya sabía que la mayor parte de la gente no se iba a dar cuenta. Lo que ocurre es que es difícil porque a veces te lo imprimen mal y queda un poco sucio, pero si está bien impreso resulta muy eficaz. Luego hubo una serie de dibujantes a los que gustó la técnica y empezaron a utilizar el pincel seco por todas partes. Yo creo que esto le dio a la serie un tono de pulp años 30 que favoreció mucho su realismo y ambiente a la vez que le dio una personalidad. Creo que en Torpedo conseguimos las historias de mayor impacto en los relatos cortos. El guionista tenía habilidad para los relatos cortos y yo disfrutaba mucho desarrollándolos como pequeñas películas, acentuando el dramatismo o el humor cuando era necesario. Creo que con el trabajo de ambos conseguimos que más de uno fuera histórico.
-¿Crees que Abulí sabía aprovechar tus posibilidades?
No, más bien es que él era muy sintético por sí mismo. Escribe siempre igual y esto me dejaba a mi más libertad. El guionista te entrega una historia que quizás ha imaginado como si fuera una película, pero sin ver una imagen. Te ha entregado un personaje sin ninguna indicación de sí es alto o bajo, con la nariz aguileña o el pelo de alguna manera, ni de donde viene la luz, cómo hay que encuadrar o con que tipo de sombras. Y para mí es mucho mejor así. El guionista conoce a Torpedo, a Sarvan o a Custer cuando lo ve dibujado, antes no. Acaso Trillo es diferente porque tiene una experiencia mucho más amplia y propone una idea más precisa, que luego se discute, pero en el caso concreto de Abulí, no. Ocurre que la historia es un género especialmente gráfico, hay que traducir todo lo que se pueda a pura imagen. En definitiva, las decisiones gráficas tiene que tomarlas el dibujante, que es el que tiene la obligación de estar más preparado par ello aunque, de todos modos, siempre admito sugerencias. Con Torpedo partía de dos historias previas de Alex Toth; como Toutain las había pagado quería publicarlas, por lo que en mi primer episodio no podía definir por completo al personaje tal como lo veía yo. Siempre, tanto en la historia como en el dibujo, los personajes se van desarrollando poco a poco, digamos que van creciendo, y al cabo de cinco años a veces son bastante diferentes. El primero fue una especie de eslabón pero luego ya tomó un rumbo distinto, el definitivo; introduje el tema de la caricatura, con toda aquella cantidad de personajes cojos, tarados, psicópatas, contrahechos en general, que irían apareciendo a lo largo de la serie, que dibujados son un poco de coña y acentuando sus rasgos ridículos produjo una cierta química. Además, los guiones fueron también más humorísticos, menos dramáticos que al principio, y la cosa fue funcionando en ese sentido hasta que el final ya eran incluso cómicos. No había forma de tomárselo en serio. Recuerdo que las entregas de las primeras historias en Selecciones Ilustradas era celebradas por toda la redacción.
-También desaparece la voz en Off de los principios, Torpedo va siendo cada vez menos literario y más cinematográfico.
La voz en Off estaba tomada del género negro clásico. Pero sí, también conseguimos algunos efectos buenos sin palabras; jugando con esta forma cinematográfica de narrar hemos obtenido cosas interesantes, como la secuencia del asesinato mientras pasa un tren o la historieta sin palabras que se desarrolla entre aquellos enormes edificios en construcción. Se pueden hacer virguerías. Tenía un fan de lujo de la serie que era Federico Fellini, tenía toda la colección. Además, como dicho antes, era una época en la que gustaba la transgresión, la vuelta de tuerca, y Abulí era bueno para eso. Ahora quizás incluso cansa y volvamos a lo tradicional. Torpedo realmente no es un protagonista sino un secundario, el que normalmente la palma. Ya que el malo siempre lo matan al final, sólo que aquí no era así. También incorporaba un poco el mismo gag que la abuela de la familia Ulises, que siempre hablaba mal y decía una cosa por otra, son todos elementos que contribuyen a caracterizar...
-Y el protagonista se anticipa a un tema tan de moda como la incorrección política, lo que hoy podría ser un Torrente: machista, inculto, violento y fascistoide...
Creo que este un juego es en el que no quiso entrar Alex Toth. Lo que sí se debe a él es el título. Antes era simplemente Luca Torelli, que tiene mucho menos gancho, pero Toth propuso una serie de títulos mejores y entre ellos estaba Torpedo. El nombre de “Torpedo” se da en el argot de la mafia al asesino profesional, es el tipo que cobra un dinero para eliminar a otro que estorba y Toutain escogió el nombre de Torpedo 1936 para la serie.
-Incluso esa línea de personajes antisociales y esperpénticos se puede remontar a Doña Urraca ¿no?
Sí. Siempre he conservado la idea de la caricatura y, sobre todo, esto que hemos comentado de los malos truculentos en donde la cara sea en cierto modo característica del individuo, que haya un poco de psicoanálisis del personaje en su aspecto. Puede parecer algo simplista pero funciona. Y, sí, Doña Urraca era malísima. Mi padre la creó en la época del racionamiento, cuando la posguerra España era un desastre total y la gente muy deprimida. Y luego la censura, que era más dura en los años 50 que después de la guerra, fue prohibiendo una serie de cosas, entre ellas el que Doña Urraca fuera tan mala; si te da por revisar un día los Pulgarcito verás que en los años 50 se van suavizando todos los personajes. Doña Urraca al principio era terrible. Una de sus primeras historias era una especie de homenaje al día 13 en la que se dedica a cruzar ciegos por la calle y a dejarlos en medio cuando viene le autobús. Esto estuvo después prohibidísimo. Doña Urraca fue un personaje totalmente transgresor, era muy difícil colocarlo en aquel momento. Había un personaje del argentino Fontanorrosa anterior a Torpedo, Boggie el Aceitoso, que también era duro, facha y machista. Creo que tenía mucha gracia.
-¿Abulí fue el primero que introdujo el humor en tus historias de corte realista?
En Absoluto. Lo que ocurre es que siempre se había asociado el humor con el dibujo humorístico. Porque en las demás historias de Cimoc o 1984 no había mucho humor. La historieta realista ambientada con humor es bastante escasa y a algún público le molesta. Y entra dentro de la línea que hemos comentado según la cual el personaje era cada vez más estrafalario. Por mi parte, y supongo que también por la del guionista, se trataba de ridiculizar a esos tipos duros. Era una sátira absoluta y el humor aparecía de una manera espontanea, no era forzado, y creo que por esto funcionó tan bien.
-Parece que Torpedo fue un éxito desde el principio, y además en un momento editorial pleno de series tan populares como Frank Cappa, Hombre, El Mercenario, Tritón Clarke & Kubrick...
Sí, fue una de las más vendidas. Era una cosa bastante original, hay que reconocerlo. Y También está lo de caer en gracia, claro. Porque a veces haces cosas muy buenas y pasan desapercibidas. Nosotros siempre pensamos en hacer algo de calidad, pero a veces lo de mayor calidad no es lo que vende, al igual que pasa con el cine; te esfuerzas para hacer algo de la mayor solidez posible y resulta que no conectas. Por eso digo que esto es cosa de tres, que hay un lector que entusiasmarse con ello. Torpedo se vendió en diez o doce países, pero hay que tener en cuenta los países que pagan, los que no pagan y los que pagan poco. En esto hay algo de espejismo. Hay países donde funciona muy bien, como en Francia o Italia, y luego hay otros como Portugal, Yugoslavia, Grecia y demás lugares exóticos: se publico en Méjico y nunca vimos un duro. También apareció en Estados Unidos porque Toutain tenía allí una editorial Catalan Communications, y publicó varios libros. Entre los profesionales gusto mucho, pero la distribución no llego hasta el gran público, el álbum se quedaba en un rinconcito de la librería especializada, de Marvel o DC. Lo que sí me ha hecho gracia ha sido recibir cartas de norteamericanos diciendo que se notaba mucho que yo había estado en Nueva York, por el tema de la ambientación. Y yo en Nueva York no he estado nunca.
-Y además era el Nueva York de los años 30...
Parece ser que si vas por allí todavía quedan rincones reconocibles. Pero lo que sí había visto es mucho cine para captar el ambiente. Me documente mucho. Y también había gente que pensaba que Bernet era un dibujante norteamericano, incluso por el estilo. Lo cual es natural hasta cierto punto porque yo me he formado artísticamente con la cultura de esa época y la posterior.
-Retomando la trayectoria de Torpedo, la serie ha gozado en todo momento de buena salud y nunca quedó huérfana de editorial o revista: Comix Internacional, Totem, Torpedo, CO & CO, Top Cómics, Viñetas, Playboy... Incluso El País os encarga seis historias para su dominical, una de las cuales también es censurada por cierto. ¿Cómo ocurrió aquello?
Fue censurada una que se titulaba Lolita. Otra vez el tema de la pedofilia. Yo, personalmente, les avise de que había alguna que otra historia más fuerte que otra y que quizás para un periódico podía ser un problema. Pero no pusieron ningún reparo y las y las fueron publicando todas, hasta que mandamos la última y la encontraron terriblemente fuerte. La penúltima también, aunque la publicaron {risas}. Pero se acojonaron. Yo había tenido con ellos más problemas. En una ocasión me llamaron para que ilustrara una novela de Dashiell Hammett en un extra de verano. Era para el dominical y les corria mucha prisa. Estábamos a viernes y recuerdo que les dije: “Os los mando el lunes porque quiero sacar copias, ya que los originales se pueden perder...”, y me contestó la persona que hablaba “No te preocupes manda los originales. Eran cuatro y me desaparecieron los cuatro. No uno, los cuatro. Después este jeta no aparecía, se escondía cuando se los reclamaba. Y tuve que llegar a su jefe superior y decirle que si quería los originales allí le enviaba el precio, que le mande con una nota, y si no, que me los devolviera. Se portó como un caballero: la verdad es que me dieron el dinero que había pedido más los impuestos, para que fuera neto. Y se ve que a éste tío le pegaron un buen rapapolvo, pero los dibujos desaparecieron.
-En 1991, en plena cumbre de su popularidad, Torpedo obtiene su propia revista en Italia y después en España. Ya hemos comentado el fracaso de Makoki pero ¿qué ocurrió en su país de origen?
Toutain decía que él ya me había ofrecido la serie en su momento y que a mí no me había interesado, pero no era cierto, creo que no sabía vuelto a acordar del asunto. Porque él ya conocía a Abulí, que malvivía de hacer traducciones de cómics, y el tema estaba completamente abandonado en aquel momento. Me comento que a Alex Toth le resultaban repelentes los guiones, y parece ser que vino a Barcelona, al Salón del Cómic de aquellos años y que cuando conoció a Abulí le gustaron menos todavía y al final terminó por abandonar la serie. Me consta que Toth, que entonces estaba en DC Comics, tenía intención de trabajar para Europa, le hacía mucha ilusión, y sabía que aquí los derechos de autor son nuestros. Imagino que esto fue lo que le indujo a hacer una serie con Toutain. Hay que tener en cuenta que Richard Corben ya trabajaba con él en aquella época. Pero al final decidió hacer su Jesse Bravo que luego se ha vendido tan bien en todas partes y lo ha podido controlar él solo.
-Tu estilo no se parecía precisamente al de Alex Toth...
No. Mi estilo era el mío, que naturalmente es diferente. Ocurre que si dibujas Torpedo en un estilo realista y dramático queda bastante desagradable. Toth utiliza también la síntesis pero tiene un fondo muy realista. Yo con lo que más disfruto es con los personajes secundarios, porque entras en ese juego en el que a lo mejor hay un tío tacaño y traidor y lo dibujas con cara de rata, que es lo que hacia Chester Gould con Dick Tracy, aunque sin exagerar tanto. Porque esto entra dentro del género negro, también lo hemos visto en el cine con, por ejemplo, Peter Lorre. De hecho, a menudo los he dibujado teniendo a algún actor de cine o a alguna persona en la cabeza. Hay una creación gráfica, hay que crear unos personajes, un mundo, una iluminación, una dirección de actores, en definitiva. Hay una foto de Abe Reles, el ayudante de aquel gangster llamado Anastasia, que si lo vieras es igual que Rascal; me dio la idea, y su cara es una mezcla de éste y del presidente Nixon, que entonces era muy fácil de dibujar. Y a Torpedo lo fui construyendo un poco como Boris Karloff... Hubo alguien que dijo que se parecía a Toutain {risas} porque era un hombre muy alto, con perfil de águila y que fumaba mucho. Le di la imagen de una cierta elegancia estrafalaria, en el fondo un tanto ridícula... Pero hay cosas curiosas porque, por ejemplo, yo tenía un periquito en una jaula con una mala leche tremenda, le ponías el dedo y te lo picaba. Y era muy divertido porque cuando se cabreaba las plumas de la cabeza se le quedaban tiesas. Entonces fue cuando pensé en esto del pelo, como yo cuando era pequeño, que me ponían fijapelo y me quedaba así, tieso: eso, a la cara de Torpedo le da una sensación de agresividad. También incorporé un culto a las armas, que era necesario. Son pequeñas ideas que se te van ocurriendo, que hacen que el personaje tenga su consistencia, y que en este caso no estaban en el guión.
-Hora es ya de referirnos a la influencia del género negro en esta obra: cine y literatura. También eres un gran aficionado al jazz ¿no?
Sí. En cuanto a la novela, me gustaban los clásicos: James Cain, Ross MacDonald, Burnett, Chandler, Hammet, Mike Spillane, Ballinger...todos estos autores que han vertebrado el género. Aunque mi interés es mucho mayor por el cine, y aquí puedo hablar de directores como Robert Siomak, Fritz Lang, John Huston, Jacques Tourneur, Orson Welles, Howard Hawks, Scorsese, Tarantino, los Coen, etcétera. De títulos como La jungla de asfalto, Sed de mal, El sueño eterno... Aunque mi película preferida es una de Paul Muni titulada Soy un fugitivo, dirigida por Marvin LeRoy. La parábola de la historia siempre me ha interesado mucho: a un hombre que era legal y completamente inocente, a base de destrozarle la vida le obligan a convertirse en un hijo de puta. Y dentro del cine también me gusta mucho el western, que ya está medio demolido, aparte de lo que hace Clint Eastwood. Sin perdón es magnífica. Yo admiro a Clint Eastwood porque tenía todos los números para ser un plasta cuando fue a trabajar con Sergio Leone, pero con Don Siegel se recuperó y hoy por hoy es un buen director. El Oeste es un tema que siempre me ha interesado, he visto los clásicos trescientas veces por televisión: Raíces profundas, Río Rojo, Solo ante el peligro... y muy por encima de todos, John Ford. Desde Centauros del desierto a Tres padrinos, La diligencia, Misión de audaces, Pasión de los fuertes, las tres que hizo sobre la Caballería, todas son obras maestras. Respecto al Jazz me gustan Gerry Mulligan, Duke Ellington, Ahmad Jamal, que es un pianista muy bueno, Stan Kenton, Dave Brubeck, Tommy Dorsey, Harry James... También me gustan Nat King Cole y Frank Sinatra. Y los crooners americanos como Johnny Hartman, Dean Martin, Tonny Bennet, Lee Wiley, Peggy Lee o Sarah Vaughan, Anita O’Day, etcétera... No sé por qué, para mucha gente está unido el gusto por el jazz, el cine negro y el western.
-Incluso, además de la iluminación y el contenido, el género negro también parece determinante en otros niveles estéticos y en la propia narrativa de Torpedo.
La serie llegó en el momento oportuno, me pilló en una época muy propicia porque ya digo estaba muy metido con el género negro y tenía la cabeza llena de imágenes y referencias. Incorporé una serie de ideas que para la mayor parte del público son desconocidas pero que a mí me parecen interesantes. Una de ellas tenía que ver con las novelas baratas de ficción de los años 30 norteamericanos, pulp, con personajes como La Sombra, que tenían unas ilustraciones de Tom Lowell hechas con lápiz litográfico y con pincel seco, porque los medios de reproducción eran pobres y el papel era de pulpa, barato, y recurrían a una serie de técnicas para sacarle el máximo partido al efecto que pretendían tener las ilustraciones. Y entonces, prácticamente al principio, fue cuando incorpore el pincel seco, que quedaba como medio gris, para que recordara ese grafismo de los años treinta. Aunque ya sabía que la mayor parte de la gente no se iba a dar cuenta. Lo que ocurre es que es difícil porque a veces te lo imprimen mal y queda un poco sucio, pero si está bien impreso resulta muy eficaz. Luego hubo una serie de dibujantes a los que gustó la técnica y empezaron a utilizar el pincel seco por todas partes. Yo creo que esto le dio a la serie un tono de pulp años 30 que favoreció mucho su realismo y ambiente a la vez que le dio una personalidad. Creo que en Torpedo conseguimos las historias de mayor impacto en los relatos cortos. El guionista tenía habilidad para los relatos cortos y yo disfrutaba mucho desarrollándolos como pequeñas películas, acentuando el dramatismo o el humor cuando era necesario. Creo que con el trabajo de ambos conseguimos que más de uno fuera histórico.
-¿Crees que Abulí sabía aprovechar tus posibilidades?
No, más bien es que él era muy sintético por sí mismo. Escribe siempre igual y esto me dejaba a mi más libertad. El guionista te entrega una historia que quizás ha imaginado como si fuera una película, pero sin ver una imagen. Te ha entregado un personaje sin ninguna indicación de sí es alto o bajo, con la nariz aguileña o el pelo de alguna manera, ni de donde viene la luz, cómo hay que encuadrar o con que tipo de sombras. Y para mí es mucho mejor así. El guionista conoce a Torpedo, a Sarvan o a Custer cuando lo ve dibujado, antes no. Acaso Trillo es diferente porque tiene una experiencia mucho más amplia y propone una idea más precisa, que luego se discute, pero en el caso concreto de Abulí, no. Ocurre que la historia es un género especialmente gráfico, hay que traducir todo lo que se pueda a pura imagen. En definitiva, las decisiones gráficas tiene que tomarlas el dibujante, que es el que tiene la obligación de estar más preparado par ello aunque, de todos modos, siempre admito sugerencias. Con Torpedo partía de dos historias previas de Alex Toth; como Toutain las había pagado quería publicarlas, por lo que en mi primer episodio no podía definir por completo al personaje tal como lo veía yo. Siempre, tanto en la historia como en el dibujo, los personajes se van desarrollando poco a poco, digamos que van creciendo, y al cabo de cinco años a veces son bastante diferentes. El primero fue una especie de eslabón pero luego ya tomó un rumbo distinto, el definitivo; introduje el tema de la caricatura, con toda aquella cantidad de personajes cojos, tarados, psicópatas, contrahechos en general, que irían apareciendo a lo largo de la serie, que dibujados son un poco de coña y acentuando sus rasgos ridículos produjo una cierta química. Además, los guiones fueron también más humorísticos, menos dramáticos que al principio, y la cosa fue funcionando en ese sentido hasta que el final ya eran incluso cómicos. No había forma de tomárselo en serio. Recuerdo que las entregas de las primeras historias en Selecciones Ilustradas era celebradas por toda la redacción.
-También desaparece la voz en Off de los principios, Torpedo va siendo cada vez menos literario y más cinematográfico.
La voz en Off estaba tomada del género negro clásico. Pero sí, también conseguimos algunos efectos buenos sin palabras; jugando con esta forma cinematográfica de narrar hemos obtenido cosas interesantes, como la secuencia del asesinato mientras pasa un tren o la historieta sin palabras que se desarrolla entre aquellos enormes edificios en construcción. Se pueden hacer virguerías. Tenía un fan de lujo de la serie que era Federico Fellini, tenía toda la colección. Además, como dicho antes, era una época en la que gustaba la transgresión, la vuelta de tuerca, y Abulí era bueno para eso. Ahora quizás incluso cansa y volvamos a lo tradicional. Torpedo realmente no es un protagonista sino un secundario, el que normalmente la palma. Ya que el malo siempre lo matan al final, sólo que aquí no era así. También incorporaba un poco el mismo gag que la abuela de la familia Ulises, que siempre hablaba mal y decía una cosa por otra, son todos elementos que contribuyen a caracterizar...
-Y el protagonista se anticipa a un tema tan de moda como la incorrección política, lo que hoy podría ser un Torrente: machista, inculto, violento y fascistoide...
Creo que este un juego es en el que no quiso entrar Alex Toth. Lo que sí se debe a él es el título. Antes era simplemente Luca Torelli, que tiene mucho menos gancho, pero Toth propuso una serie de títulos mejores y entre ellos estaba Torpedo. El nombre de “Torpedo” se da en el argot de la mafia al asesino profesional, es el tipo que cobra un dinero para eliminar a otro que estorba y Toutain escogió el nombre de Torpedo 1936 para la serie.
-Incluso esa línea de personajes antisociales y esperpénticos se puede remontar a Doña Urraca ¿no?
Sí. Siempre he conservado la idea de la caricatura y, sobre todo, esto que hemos comentado de los malos truculentos en donde la cara sea en cierto modo característica del individuo, que haya un poco de psicoanálisis del personaje en su aspecto. Puede parecer algo simplista pero funciona. Y, sí, Doña Urraca era malísima. Mi padre la creó en la época del racionamiento, cuando la posguerra España era un desastre total y la gente muy deprimida. Y luego la censura, que era más dura en los años 50 que después de la guerra, fue prohibiendo una serie de cosas, entre ellas el que Doña Urraca fuera tan mala; si te da por revisar un día los Pulgarcito verás que en los años 50 se van suavizando todos los personajes. Doña Urraca al principio era terrible. Una de sus primeras historias era una especie de homenaje al día 13 en la que se dedica a cruzar ciegos por la calle y a dejarlos en medio cuando viene le autobús. Esto estuvo después prohibidísimo. Doña Urraca fue un personaje totalmente transgresor, era muy difícil colocarlo en aquel momento. Había un personaje del argentino Fontanorrosa anterior a Torpedo, Boggie el Aceitoso, que también era duro, facha y machista. Creo que tenía mucha gracia.
-¿Abulí fue el primero que introdujo el humor en tus historias de corte realista?
En Absoluto. Lo que ocurre es que siempre se había asociado el humor con el dibujo humorístico. Porque en las demás historias de Cimoc o 1984 no había mucho humor. La historieta realista ambientada con humor es bastante escasa y a algún público le molesta. Y entra dentro de la línea que hemos comentado según la cual el personaje era cada vez más estrafalario. Por mi parte, y supongo que también por la del guionista, se trataba de ridiculizar a esos tipos duros. Era una sátira absoluta y el humor aparecía de una manera espontanea, no era forzado, y creo que por esto funcionó tan bien.
-Parece que Torpedo fue un éxito desde el principio, y además en un momento editorial pleno de series tan populares como Frank Cappa, Hombre, El Mercenario, Tritón Clarke & Kubrick...
Sí, fue una de las más vendidas. Era una cosa bastante original, hay que reconocerlo. Y También está lo de caer en gracia, claro. Porque a veces haces cosas muy buenas y pasan desapercibidas. Nosotros siempre pensamos en hacer algo de calidad, pero a veces lo de mayor calidad no es lo que vende, al igual que pasa con el cine; te esfuerzas para hacer algo de la mayor solidez posible y resulta que no conectas. Por eso digo que esto es cosa de tres, que hay un lector que entusiasmarse con ello. Torpedo se vendió en diez o doce países, pero hay que tener en cuenta los países que pagan, los que no pagan y los que pagan poco. En esto hay algo de espejismo. Hay países donde funciona muy bien, como en Francia o Italia, y luego hay otros como Portugal, Yugoslavia, Grecia y demás lugares exóticos: se publico en Méjico y nunca vimos un duro. También apareció en Estados Unidos porque Toutain tenía allí una editorial Catalan Communications, y publicó varios libros. Entre los profesionales gusto mucho, pero la distribución no llego hasta el gran público, el álbum se quedaba en un rinconcito de la librería especializada, de Marvel o DC. Lo que sí me ha hecho gracia ha sido recibir cartas de norteamericanos diciendo que se notaba mucho que yo había estado en Nueva York, por el tema de la ambientación. Y yo en Nueva York no he estado nunca.
-Y además era el Nueva York de los años 30...
Parece ser que si vas por allí todavía quedan rincones reconocibles. Pero lo que sí había visto es mucho cine para captar el ambiente. Me documente mucho. Y también había gente que pensaba que Bernet era un dibujante norteamericano, incluso por el estilo. Lo cual es natural hasta cierto punto porque yo me he formado artísticamente con la cultura de esa época y la posterior.
-Retomando la trayectoria de Torpedo, la serie ha gozado en todo momento de buena salud y nunca quedó huérfana de editorial o revista: Comix Internacional, Totem, Torpedo, CO & CO, Top Cómics, Viñetas, Playboy... Incluso El País os encarga seis historias para su dominical, una de las cuales también es censurada por cierto. ¿Cómo ocurrió aquello?
Fue censurada una que se titulaba Lolita. Otra vez el tema de la pedofilia. Yo, personalmente, les avise de que había alguna que otra historia más fuerte que otra y que quizás para un periódico podía ser un problema. Pero no pusieron ningún reparo y las y las fueron publicando todas, hasta que mandamos la última y la encontraron terriblemente fuerte. La penúltima también, aunque la publicaron {risas}. Pero se acojonaron. Yo había tenido con ellos más problemas. En una ocasión me llamaron para que ilustrara una novela de Dashiell Hammett en un extra de verano. Era para el dominical y les corria mucha prisa. Estábamos a viernes y recuerdo que les dije: “Os los mando el lunes porque quiero sacar copias, ya que los originales se pueden perder...”, y me contestó la persona que hablaba “No te preocupes manda los originales. Eran cuatro y me desaparecieron los cuatro. No uno, los cuatro. Después este jeta no aparecía, se escondía cuando se los reclamaba. Y tuve que llegar a su jefe superior y decirle que si quería los originales allí le enviaba el precio, que le mande con una nota, y si no, que me los devolviera. Se portó como un caballero: la verdad es que me dieron el dinero que había pedido más los impuestos, para que fuera neto. Y se ve que a éste tío le pegaron un buen rapapolvo, pero los dibujos desaparecieron.
-En 1991, en plena cumbre de su popularidad, Torpedo obtiene su propia revista en Italia y después en España. Ya hemos comentado el fracaso de Makoki pero ¿qué ocurrió en su país de origen?
En Italia, Torpedo estaba inmerso en una editorial que tomó rumbos un poco caóticos. Hay un proceso allí para la distribución en donde el distribuidor paga la mitad; por lo que algunos editores, como solución a la crisis, sacan nuevas revistas para cobrar esa mitad, lo cual le da un dinero de entrada. Pero cuando vienen las devoluciones llegan los problemas y muchos quiebran por ello. La editorial que publicaba Torpedo se llamaba Acme y tenía 22 revistas en el quiosco; revistas como Splatter, aunque también publicaban Lupo Alberto y otros personajes famosos en Italia. Había algunos competitivos y otros que no funcionaban. Torpedo recibió el premio a la mejor revista de cómics en Italia aquel año por una asociación muy importante allí, que se llama ANAF, e inmediatamente después se hundió la editorial. Vendía, sí, pero tampoco daba mucho dinero, era una revista que salía muy cara de coste.
-¿Es entonces el personaje menos un best-seller que un personaje de culto, como el propio género negro?
Exacto. Fíjate que aquí se han intentado hacer revistas del género negro en su aspecto literario, algunas con Vázquez Montalbán y autores de este tipo. Había una llamada Gimlet... Pero siempre acababan mal. También en el campo del cómic: Thriller, Calibre 38... En fin, el tema no da para gran cantidad de ejemplares ni para mucho tiempo en el mercado. Parece que tiene un público fiel pero minoritario.
-En 1985 había aparecido ya un álbum de Toutain a color y desde 1994 lo hacen los volúmenes de Glénat. Pero es obvio que Torpedo está concebido en blanco y negro, como los clásicos cinematográficos en que se inspira...
Muchas películas del género negro han sido de serie B y en realidad son geniales, hechas con pocos medios y mucho talento. Desde luego, este género en cine actual cambia bastante o tiene ya otro sentido cuando aparece el color y el espectáculo. Es un elemento muy importante. En Torpedo me presionaban mucho, ya en época de Toutain, para que fuera a color. Su mentalidad un poco comercial no entendía como una serie de éxito podía no ser en color. Y claro, como eso era lo más caro de una revista pues quería que en esas páginas fuera la serie más famosa, en este caso Torpedo, y eso tampoco tenía sentido. Yo me había negado durante mucho tiempo, hasta que en Francia me aseguraron que si la serie no tenía más alcance era por ser en blanco y negro, que en color llegaría a más gente y que sería un éxito total. Y ya finalmente, cansado, accedí. Tuve allí una colorista para hacerlo que no estaba mal, pero aquello no tenía que ir a color. Yo lo pensaba en blanco y negro cuando dibujaba y les dejaba que hiciesen lo que quisieran. Esto lo aguantamos un tiempo pero luego no dimos cuenta que no beneficiaba a las ventas en absoluto, que de los fans con los que hablamos no encontré ni uno que dijera que le gustaba más a color, por lo que al cabo del tiempo volvimos al blanco y negro.
-¿Por qué nunca llegaste a colorearlo tú mismo?
En Albin Michel había una colorista muy buena que también coloreaba a Manara o a Liberatore, no recuerdo, a la que hicimos una prueba y me pareció bien. Además es para que para hacerlo yo, ocurre que si no lo siento en color me resulta un trabajo absurdo, porque yo ya lo considero acabado cuando he terminado el blanco y negro. Y, de hecho, hay muchos países que lo han publicado así.
-Entonces el color no era directo...
No. Se sacaba un fotolito y luego sobre pruebas de azul. Hay dibujos que sí se hacen con línea para poder pintarlo después y que a blanco y negro quedan muy mal. Pero yo pasaba del color totalmente. Date cuenta de que a los grandes como Caniff o Robbins si le publicas la plancha dominical a blanco y negro queda perfectamente. Es decir, que pasaban del color por completo. Entonces aquí te encuentras con un problema, porque si tú te autocensuras pensando en color o te constriñes un poco porque mancharías más un dibujo, el efecto que querías lograr lo evitas; pero si ese efecto te lo tiene que poner la colorista, que normalmente no tiene ni idea, vas arreglado, es peor. Porque te das cuenta que si mi dibujo es potente no tengo por qué dejar los labios de la chica en blanco para que los pinten de rojo... Torpedo hubiera podido quedar bien en algún tono sepia pero entonces tiene que estar muy bien impreso porque el color tiene la pega de que, según la edición, queda virado hacia un tono o hacia otro. Así como Clara de Noche podría ir en color, por su estilo por su estilo de dibujo y por ser de humor –de hecho en Francia se publica a color -, Torpedo no. Si estás luchando para transmitir una impresión sórdida y lúgubre, con poca luz y sombras extrañas, con efectos dramáticos, para que luego vaya la colorista y te ponga la corbata roja, el traje azul y la camisa amarilla...
-En 1993 se estrena una obra de teatro sobre el personaje, dirigida por Pepe Miravete, responsable también de la adaptación de Makinavaja e Historias de la Puta Mili ¿Qué opinión te merece?
Estuvo bien realizado, incluso había un primer actor que era clavado a Torpedo, un tío que me daba un poco de repelús y todo. Cuando yo lo vi parecía que hubiera sacado apuntes de su cara para crear la del personaje. A nivel de público a Miravete le fue bien lo de la Puta Mili pero Torpedo no funcionó tan bien, estuvo un tiempo pero no fue un éxito de taquilla. Pero como experimento la obra estuvo bien. Claro, la gente de teatro no conocía lo suficiente al personaje. Y también hubo un conflicto de Miravete con los críticos de teatro de la época; parece que había una animadversión hacia él por otro asunto. El guión lo escribió Abulí con Miravete y yo solo estuve supervisando los personajes, que estéticamente funcionaban. El actor que hacia de Torpedo estaba genial. Era una serie secuencias sacadas de diferentes historietas que explicaban la vida de Torpedo pero no acababan de tener un principio y un final, que es lo que le gusta al espectador. El público ajeno al cómic no podía entender bien todo aquello. Pero era una obra en la que se invirtió dinero; por ejemplo, en una escena había lluvia artificial, los ambientes de Italia estaban muy bien recreados... Y además la revista Playboy colaboró en la publicidad y a la chica protagonista la llamaron de Estados Unidos y apareció como playmate del mes, con el gráfico y el programa de la obra en la revista. Fue uno de los estrenos más espectaculares de aquel año en Barcelona, en el teatro Borrás.
-¿Es cierto que hubo tratos con la Warner para adaptarlo al cine?
Sí. Estaba todo preparado para rodar la película en USA. Hubo un contacto de Glénat con Warner y nos ofreció un contrato bastante infirmable, que rechazamos. Aunque, pensándolo, a la larga fue un error porque esto nos llevó a enfrentarnos con el editor francés, rompimos toda relación con él y retiró Torpedo de la distribución, por lo que en Francia estuvo dos años como si no existiera. Desapareció de los quioscos y librerías. Nos perjudicó mucho y yo creo que nos equivocamos al romper con el editor. Todo este tiempo fue lo que duró Torpedo en Italia y el subsiguiente experimento con la editorial Makoki. Posteriormente se arreglaron las relaciones cuando Glénat quiso poner una división en España con Joan Navarro al frente; él se puso en contacto con nosotros porque quería arreglarlo todo, nos dijo que pusiéramos las condiciones, cambiamos los contratos y continuamos. Poco a poco se fue levantando la serie, pero ten en cuenta que, tras estar fuera de circulación, volver a ponerla arriba es muy difícil. En Francia no ha recuperado nunca el techo de lo que había sido. Aquí sí, aunque ha tenido siempre el problema de que cuando Toutain necesito dinero le pasó al distribuidor todo lo que tenía de Torpedo, que era el material que se vendía mejor, y éste lo ha ido vendiendo paralelamente a las nuevas historias y a las reediciones de tapa dura y color de Glénat, lo cual es una competencia mortal. Pero, claro, no vas a enfrentarte con el distribuidor, estábamos metidos en demasiadas guerras.
-¿Y los episodios animados para televisión? El director era Antonio Rojo ¿no?
-¿Es entonces el personaje menos un best-seller que un personaje de culto, como el propio género negro?
Exacto. Fíjate que aquí se han intentado hacer revistas del género negro en su aspecto literario, algunas con Vázquez Montalbán y autores de este tipo. Había una llamada Gimlet... Pero siempre acababan mal. También en el campo del cómic: Thriller, Calibre 38... En fin, el tema no da para gran cantidad de ejemplares ni para mucho tiempo en el mercado. Parece que tiene un público fiel pero minoritario.
-En 1985 había aparecido ya un álbum de Toutain a color y desde 1994 lo hacen los volúmenes de Glénat. Pero es obvio que Torpedo está concebido en blanco y negro, como los clásicos cinematográficos en que se inspira...
Muchas películas del género negro han sido de serie B y en realidad son geniales, hechas con pocos medios y mucho talento. Desde luego, este género en cine actual cambia bastante o tiene ya otro sentido cuando aparece el color y el espectáculo. Es un elemento muy importante. En Torpedo me presionaban mucho, ya en época de Toutain, para que fuera a color. Su mentalidad un poco comercial no entendía como una serie de éxito podía no ser en color. Y claro, como eso era lo más caro de una revista pues quería que en esas páginas fuera la serie más famosa, en este caso Torpedo, y eso tampoco tenía sentido. Yo me había negado durante mucho tiempo, hasta que en Francia me aseguraron que si la serie no tenía más alcance era por ser en blanco y negro, que en color llegaría a más gente y que sería un éxito total. Y ya finalmente, cansado, accedí. Tuve allí una colorista para hacerlo que no estaba mal, pero aquello no tenía que ir a color. Yo lo pensaba en blanco y negro cuando dibujaba y les dejaba que hiciesen lo que quisieran. Esto lo aguantamos un tiempo pero luego no dimos cuenta que no beneficiaba a las ventas en absoluto, que de los fans con los que hablamos no encontré ni uno que dijera que le gustaba más a color, por lo que al cabo del tiempo volvimos al blanco y negro.
-¿Por qué nunca llegaste a colorearlo tú mismo?
En Albin Michel había una colorista muy buena que también coloreaba a Manara o a Liberatore, no recuerdo, a la que hicimos una prueba y me pareció bien. Además es para que para hacerlo yo, ocurre que si no lo siento en color me resulta un trabajo absurdo, porque yo ya lo considero acabado cuando he terminado el blanco y negro. Y, de hecho, hay muchos países que lo han publicado así.
-Entonces el color no era directo...
No. Se sacaba un fotolito y luego sobre pruebas de azul. Hay dibujos que sí se hacen con línea para poder pintarlo después y que a blanco y negro quedan muy mal. Pero yo pasaba del color totalmente. Date cuenta de que a los grandes como Caniff o Robbins si le publicas la plancha dominical a blanco y negro queda perfectamente. Es decir, que pasaban del color por completo. Entonces aquí te encuentras con un problema, porque si tú te autocensuras pensando en color o te constriñes un poco porque mancharías más un dibujo, el efecto que querías lograr lo evitas; pero si ese efecto te lo tiene que poner la colorista, que normalmente no tiene ni idea, vas arreglado, es peor. Porque te das cuenta que si mi dibujo es potente no tengo por qué dejar los labios de la chica en blanco para que los pinten de rojo... Torpedo hubiera podido quedar bien en algún tono sepia pero entonces tiene que estar muy bien impreso porque el color tiene la pega de que, según la edición, queda virado hacia un tono o hacia otro. Así como Clara de Noche podría ir en color, por su estilo por su estilo de dibujo y por ser de humor –de hecho en Francia se publica a color -, Torpedo no. Si estás luchando para transmitir una impresión sórdida y lúgubre, con poca luz y sombras extrañas, con efectos dramáticos, para que luego vaya la colorista y te ponga la corbata roja, el traje azul y la camisa amarilla...
-En 1993 se estrena una obra de teatro sobre el personaje, dirigida por Pepe Miravete, responsable también de la adaptación de Makinavaja e Historias de la Puta Mili ¿Qué opinión te merece?
Estuvo bien realizado, incluso había un primer actor que era clavado a Torpedo, un tío que me daba un poco de repelús y todo. Cuando yo lo vi parecía que hubiera sacado apuntes de su cara para crear la del personaje. A nivel de público a Miravete le fue bien lo de la Puta Mili pero Torpedo no funcionó tan bien, estuvo un tiempo pero no fue un éxito de taquilla. Pero como experimento la obra estuvo bien. Claro, la gente de teatro no conocía lo suficiente al personaje. Y también hubo un conflicto de Miravete con los críticos de teatro de la época; parece que había una animadversión hacia él por otro asunto. El guión lo escribió Abulí con Miravete y yo solo estuve supervisando los personajes, que estéticamente funcionaban. El actor que hacia de Torpedo estaba genial. Era una serie secuencias sacadas de diferentes historietas que explicaban la vida de Torpedo pero no acababan de tener un principio y un final, que es lo que le gusta al espectador. El público ajeno al cómic no podía entender bien todo aquello. Pero era una obra en la que se invirtió dinero; por ejemplo, en una escena había lluvia artificial, los ambientes de Italia estaban muy bien recreados... Y además la revista Playboy colaboró en la publicidad y a la chica protagonista la llamaron de Estados Unidos y apareció como playmate del mes, con el gráfico y el programa de la obra en la revista. Fue uno de los estrenos más espectaculares de aquel año en Barcelona, en el teatro Borrás.
-¿Es cierto que hubo tratos con la Warner para adaptarlo al cine?
Sí. Estaba todo preparado para rodar la película en USA. Hubo un contacto de Glénat con Warner y nos ofreció un contrato bastante infirmable, que rechazamos. Aunque, pensándolo, a la larga fue un error porque esto nos llevó a enfrentarnos con el editor francés, rompimos toda relación con él y retiró Torpedo de la distribución, por lo que en Francia estuvo dos años como si no existiera. Desapareció de los quioscos y librerías. Nos perjudicó mucho y yo creo que nos equivocamos al romper con el editor. Todo este tiempo fue lo que duró Torpedo en Italia y el subsiguiente experimento con la editorial Makoki. Posteriormente se arreglaron las relaciones cuando Glénat quiso poner una división en España con Joan Navarro al frente; él se puso en contacto con nosotros porque quería arreglarlo todo, nos dijo que pusiéramos las condiciones, cambiamos los contratos y continuamos. Poco a poco se fue levantando la serie, pero ten en cuenta que, tras estar fuera de circulación, volver a ponerla arriba es muy difícil. En Francia no ha recuperado nunca el techo de lo que había sido. Aquí sí, aunque ha tenido siempre el problema de que cuando Toutain necesito dinero le pasó al distribuidor todo lo que tenía de Torpedo, que era el material que se vendía mejor, y éste lo ha ido vendiendo paralelamente a las nuevas historias y a las reediciones de tapa dura y color de Glénat, lo cual es una competencia mortal. Pero, claro, no vas a enfrentarte con el distribuidor, estábamos metidos en demasiadas guerras.
-¿Y los episodios animados para televisión? El director era Antonio Rojo ¿no?
Antonio Rojo era un chico de Madrid que quería hacer Torpedo dibujo animado pero resulta que no tenía infraestructura potente para llevarlo a cabo. Al director de Televisión Española, Ramón Colom, según nos comento Rojo, se le enseño toda la colección de Torpedo y estaba entusiasmado. Pero el tema de este personaje siempre es delicado: hacer una serie animada sobre un asesino y encima pretender que haga gracia... Además ocurre que la gente tiene la idea de que un dibujo animado es para los niños. Yo esto ya se lo advertí en varias ocasiones; el tipo no me hizo caso y penso que el primer episodio lo tenía que hacer más violento aún de lo que ya era el cómic porque así sería un bombazo terrible. La estética y la animación en el piloto estaban bien en un principio, pero al hacer el episodio completo todo fallo bastante. Fue mal producido porque falto dinero a la mitad, tardó mucho más en hacerse de lo que debía y era muy violento. Total, que cuando vieron el primer episodio acabado en televisión se echaron atrás. Era un episodio bastante estúpido, que no tenía ninguna gracia, y además coincidió en aquella época con que alguna serie de televisión había tenido problemas y fue retirada por haber recibido protestas. El caso es que lo que tenía que ser una serie de veintitantos episodios se acabó en el primero. Otra oportunidad desaprovechada
-El destino de Torpedo está en función ahora del litigio interpuesto por su guionista, Sánchez Abulí. ¿Cómo ha surgido el conflicto?
Este suceso ha sido algo que todavía hoy, un año y pico después de que ocurriera, no alcanzo a comprender. Surgió a través de Oscaraibar, antiguo conocido de Abulí y mío de la época de Toutain. Al parecer, el hombre vivía ahora en Madrid y trabajaba para el cantante Loquillo. Nos pidió permiso a mí y a Abulí para incorporar una canción de homenaje a Torpedo en el último disco del cantante, titulado Nueve Tragos, y me ofreció el encargo de dibujar la tapa y el libreto del mismo. Oferta que yo rechacé pero, naturalmente, le dimos el permiso mencionado gratis para el tema de la canción. Me enviaron muy amablemente el disco cuando apareció y después de escucharlo me olvide del asunto para siempre, o esto creía yo. Unos meses más tarde recibía una demanda judicial de Enrique Sánchez Abulí en la que nos acusaba a Oscaraibar, Loquillo, la compañía discográfica y a mí de que “habíamos conspirado contra él para despojarle de todos sus derechos de guionista de la serie Torpedo con la intención de excluirle de una imaginaria película sobre el personaje”. También nos acusaba de “haber ganado mucho dinero y fama con la canción y de que su nombre no figuraba ni siquiera en el disco”. Al final de todo esto, el angelito pedía 6 millones de pesetas como reparación del daño que le habíamos causado. Mi perplejidad fue absoluta. Aquello era una locura. Y se mezclaba con tres personas de los que a dos ni siquiera conocía, pero la acusación era grave y apestaba y me ha obligado a defenderme. El juicio sigue su curso pero el daño ya está hecho. Es la maniobra más sorprendente, lamentable y ruin con la que ha tenido que enfrentarme en mi ya larga vida profesional. El disco de Loquillo puede encontrarse hoy de saldo al precio de 250 pesetas. Y lo que empezó como un homenaje a Torpedo ha acabado siendo su funeral por obra y “gracia” de su guionista, en esta ocasión excesivamente imaginativo.
-El destino de Torpedo está en función ahora del litigio interpuesto por su guionista, Sánchez Abulí. ¿Cómo ha surgido el conflicto?
Este suceso ha sido algo que todavía hoy, un año y pico después de que ocurriera, no alcanzo a comprender. Surgió a través de Oscaraibar, antiguo conocido de Abulí y mío de la época de Toutain. Al parecer, el hombre vivía ahora en Madrid y trabajaba para el cantante Loquillo. Nos pidió permiso a mí y a Abulí para incorporar una canción de homenaje a Torpedo en el último disco del cantante, titulado Nueve Tragos, y me ofreció el encargo de dibujar la tapa y el libreto del mismo. Oferta que yo rechacé pero, naturalmente, le dimos el permiso mencionado gratis para el tema de la canción. Me enviaron muy amablemente el disco cuando apareció y después de escucharlo me olvide del asunto para siempre, o esto creía yo. Unos meses más tarde recibía una demanda judicial de Enrique Sánchez Abulí en la que nos acusaba a Oscaraibar, Loquillo, la compañía discográfica y a mí de que “habíamos conspirado contra él para despojarle de todos sus derechos de guionista de la serie Torpedo con la intención de excluirle de una imaginaria película sobre el personaje”. También nos acusaba de “haber ganado mucho dinero y fama con la canción y de que su nombre no figuraba ni siquiera en el disco”. Al final de todo esto, el angelito pedía 6 millones de pesetas como reparación del daño que le habíamos causado. Mi perplejidad fue absoluta. Aquello era una locura. Y se mezclaba con tres personas de los que a dos ni siquiera conocía, pero la acusación era grave y apestaba y me ha obligado a defenderme. El juicio sigue su curso pero el daño ya está hecho. Es la maniobra más sorprendente, lamentable y ruin con la que ha tenido que enfrentarme en mi ya larga vida profesional. El disco de Loquillo puede encontrarse hoy de saldo al precio de 250 pesetas. Y lo que empezó como un homenaje a Torpedo ha acabado siendo su funeral por obra y “gracia” de su guionista, en esta ocasión excesivamente imaginativo.
Entrevista realizada por Yexus, para el U nº 23, febrero 2002.
Dicha entrevista se edita en esta web, sólo en la parte correspondiente, que hace referencia a Torpedo 1936; un magnifico monográfico que hicieron sobre el autor en la revista U, en el que repasan toda su carrera artística.
* Foto de Jordi Bernet, Xavier Bertral, aparecida en la "Colección lo más mejor nº 5, Clara de Noche, página 8, Ediciones El Jueves"
No hay comentarios:
Publicar un comentario